El primer elemento del Modelo de Gestión Avanzada (MGA), resume en sus cuatro subelementos las fases fundamentales para la gestión de la estrategia, aportando enfoques y buenas prácticas. Esa primera posición de la estrategia en el modelo no es casual, ya que pretende transmitir su prioridad y relevancia en la gestión de las organizaciones.
Sin embargo a veces nos topamos con cierto escepticismo respecto a si realmente es necesario dedicar tiempo a planificar y gestionar la estrategia, justificado por las cada vez más frecuentes situaciones de incertidumbre. Este debate no es nuevo en absoluto; incluso el popular e influyente Henry Mintzberg lleva tiempo proponiendo planteamientos críticos respecto a la parte de planificación que se realiza en la gestión de la estrategia. Y en base a esos planteamientos, algunos modelos organizativos recomiendan reducir de forma muy importante la gestión de la estrategia, eliminando el “enfoque de proceso” y trabajando para que las personas se orienten hacia el propósito a través de enfoques muy flexibles.
¿Está este escepticismo justificado? ¿Hay evidencia para pensar que es mejor dejar de gestionar la estrategia de forma detallada y estructurada e inclinarse por enfoques más informales?
Lo cierto es que las investigaciones sobre la gestión de la estrategia “tradicional” (planificada y estructurada) frente a otra más “orgánica” son bastante escasas. Y en general se suelen inclinar en favor de la primera opción. Por ejemplo, hace más de cuatro décadas la revisión “The Value of Formal Planning for Strategic Decisions: Review of Empirical Research” (1982) puso sobre la mesa esa falta de evidencia y encontró más pruebas a favor de las actividades de planificación estratégica habituales. Más recientemente, en la investigación “Formal and Informal Strategic Planning” (2014), se detectó que los dos enfoques suelen convivir y que ambos tienen su importancia, pero también encontraron con más claridad relación entre una gestión formal de la estrategia y los resultados de la empresa.
Pero, aunque haya pocas comparaciones, lo que si podemos encontrar son revisiones científicas que analizan la relación entre la planificación estratégica (es decir, la gestión formal habitual) y el rendimiento de la empresa. Y lo cierto es que suelen encontrar una relación bastante clara y positiva entre ambos factores.
Por ejemplo, en la publicada hace más de tres décadas “Strategic planning and financial performance: A meta-analytic review” (1991) sobre la relación entre la planificación estratégica y el rendimiento financiero, los autores identificaron algunos estudios y casos (pocos) en los que los beneficios de la planificación estratégica fueron pequeños e incluso nulos, pero matizaron este hallazgo con el siguiente texto:
“Las empresas que cuestionan la necesidad de una planificación estratégica deberían recordar dos aspectos (…): en primer lugar, las investigaciones existentes están sujetas a una gran cantidad de errores de medición, lo que subestima seriamente los beneficios de la planificación. En segundo lugar, si bien el tamaño promedio del efecto es pequeño, muchas empresas reportan beneficios significativos y cuantificables al participar en el proceso de planificación estratégica.”
Poco después se publicó “Estrategic Planning and Firm Performance: A Synthesis of More than Two Decades of Research” (1994), en la que se concluyó que “Los resultados sugieren que la planificación estratégica influye positivamente en el desempeño de la empresa y que los factores metodológicos son los principales responsables de las inconsistencias reportadas en la literatura”.
Más recientemente, en el metanálisis “Does Strategic Planning Improve Organizational Performance? A Meta-Analysis” (2019) se analizaron los resultados de más de 30 estudios sobre el tema. Y las conclusiones prácticas finales se sintetizaron de la siguiente forma:
- La planificación estratégica tiene un impacto positivo, moderado y significativo en el desempeño organizacional en los sectores público y privado (…)
- Los resultados sugieren que la planificación estratégica debería ser parte de los enfoques de gestión estándar en las organizaciones actuales y contradicen muchas de las críticas hacia la planificación estratégica.
- La formalidad de los procesos de planificación estratégica (es decir, el grado en que la planificación estratégica incluye análisis internos y externos y la formulación de metas, estrategias y planes) es importante para mejorar el desempeño organizacional.
- La planificación estratégica es especialmente potente en mejorar la eficacia organizacional (es decir, la consecución de objetivos), pero no necesariamente debe emprenderse con la esperanza de lograr ganancias de eficiencia.
Por lo tanto, al menos de momento, parece que la evidencia se sigue inclinando en favor de una gestión de la estrategia formal, planificada y sistemática.
De cualquier forma, seguiremos atentos a futuras publicaciones, dada la posible importancia del tema y el interés que genera la utilización de otros enfoques en este ámbito.